La contradicción entre la soberanía alimentaria y el campo privado
Por Erick Reyes
La soberanía alimentaria se lleva a cabo cuando la campesina o el campesino trabajan la tierra para el autoconsumo, ejercen presión sobre las políticas agrarias de cada Estado y tienen control sobre la venta de sus productos sin intermediarios (supermercados o empresas agroindustriales trasnacionales); ell@s cuidan el agua y la biodiversidad, no utilizan pesticidas, herbicidas o fertilizantes porque saben del equilibrio que necesitan sus cosechas para el control de plagas (conocimiento ancestral como la milpa y los pluricultivos) con ello el cuidado y el conocimiento histórico de semillas autóctonas (o criollas) que son resistentes a cambios drásticos y más nutritivas sin costes a la salud.
La soberanía alimentaria se ha ido perdiendo a partir de la llegada del libre mercado (en los años 80´s y la firma del TLCAN en 1994 en México) y la entrada de los agronegocios en las economías nacionales, en estas economías aún existen mecanismos de autoconsumo en el campo, mientras la venta de los productos se realiza a nivel local y regional, economías como estas las encontramos en África, América Latina y Asia.
La concentración de tierras en manos del capital privado comienza a partir de los años 80´s con políticas neoliberales impuestas por el FMI, BM y la OMC que han promovido en países del tercer mundo la explotación de la tierra sin medida, cambios de ajuste estructural benéficos al gran capital, eliminación de todos los aranceles y paso a la inversión privada en economías de países periféricos, “este problema conlleva a que un reducido grupo de empresas como Monsanto, Syngenta, Bayer, Dow y Dupont posean el 90% de los beneficios del sector agroalimentario mundial.”[1]
Tal concentración genera migración, así “2 millones de mexican@s en su mayoría hombres han tenido que buscar el famoso “sueño americano”[2] y esta problemática provoca que no exista un subsidio real al campo, mientras sectores policiales y militares desalojan comunidades de pueblos originarios y campesin@s para que empresas trasnacionales puedan explotar tierras fértiles en la mayoría de los países periféricos, con consecuencias como la ampliación de cinturones de miseria alrededor de las zonas urbanas, aumento en la pobreza, desempleo, falta de escuelas, hospitales y un largo etc.
En países periféricos (México, Paraguay, Nigeria, Zambia, India, Mongolia, entre otros) el 80% de lo producido es para la exportación, beneficiando a los países centro (EUAN, Alemania, Francia, etc.) La mayoría de esos productos al ser exportados no toman en cuenta al campesinado derivando en que éste no pueda ponerle un precio a su cosecha, dejando el precio del producto en vistas de los intermediarios y el mercado, haciendo que se eleven los precios a niveles nunca antes vistos.
Largas distancias es lo que el producto recorre desde su producción hasta su consumo pasando por una multitud de intermediarios; los principales son las distribuidoras de alimentos como Wal Mart, Herdez, Jumex y Soriana en México, Carrefour y Mercadona en España entre otras. Con el fin de lograr precios competitivos en el mercado, estas grandes distribuidoras ejercen una fuerte presión económica sobre las agricultoras y los agricultores sin pagarles lo justo para que el campo siga produciendo con sustentabilidad y sostenibilidad.
Otro problema es el llamado dumping “una práctica comercial desarrollada por los países centrales, quienes tienen un sector primario mucho más subvencionado que los países periféricos. Esto les permite poner en el mercado internacional los productos a precios más competitivos que los países periféricos, provocando una invasión de los mercados periféricos de productos agrícolas procedentes de países centrales, hundiendo las economías locales y llevando a la ruina a su campesinado.”[3]
Los países que no tienen subvencionado el sector primario se han convertido en víctimas de las importaciones agrícolas no pudiendo competir con los precios del mercado, viéndose obligados a repetir los medios productivos de los países centrales basados en insumos energéticos (fundamentalmente gas natural, productos derivados de refinación y energía eléctrica) pidiendo la firma de prestamos a organismos internacionales como el Banco Mundial trayendo consigo el aumento en la deuda nacional.
Tomando en cuenta el estilo de vida que nos hace llevar este sistema, es necesario recalcar que las zonas urbanas y los países centro necesitan de una utilización de energía mucho mayor a la que necesita el resto de la población mundial. En la actualidad, observamos como el término biocombustible comienza a sonar como una “alternativa” al uso de combustibles fósiles, gas y carbón; pero lo que no se dice es que los biocombustibles traen consigo la pérdida de la soberanía alimentaria y la perdida en la biodiversidad de la tierra.
Para el cultivo de biocombustibles son necesarias millones de hectáreas de monocultivos (que son vulnerables a plagas, cambios de temperatura, etc.) teniendo en cuenta que se tiene que abastecer de energía a toda la Unión Europea, EUAN y en mucho menor medida zonas urbanas en países periféricos, surge la pregunta: ¿De dónde sale esa energía que necesitamos? Es producida por zonas de cultivo que son sobreexplotadas con “el uso de transgénicos como es el caso del etanol (productos ricos en sacarosa como la caña de azúcar) en Brasil, que es el 1° productor a nivel mundial, el mercado de etanol en este país es controlado a un 70% por corporaciones extranjeras (Cargill, Bunge y ADM, entre otras) y con miras a una mayor exportación a mercados globales como el de EUA, Japón, Corea del Sur y la UE.”[4]
El modelo de consumo, producción y distribución actual nos lleva al uso desmedido de los recursos de la madre tierra, ahora lo que está en juego no es simplemente la humanidad sino el planeta. Desde el Colectivo Ratio nos pronunciamos en CONTRA de: el uso de transgénicos, de los agrotóxicos, la exportación de productos nacionales desde la periferia al centro, el dumping, los intermediarios, la concentración de tierras por parte de empresas trasnacionales y decimos: SÍ a la soberanía alimentaria, la cual pensamos podrá en verdad ser una realidad con una economía planificada por y para el pueblo.
[2] La semilla en la tierra, Patricia Carrillo y Yanes Illanes, 2010.
[3] Coord. García Faure, Arián y Gago Menor, Andrea, op. Cit. Pág. 21
[4] Bravo, Elizabeth. “Encendiendo el debate sobre biocombustibles” Ed. Capital Intelectual. Ecuador. 2007 Pg. 74
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