Por Mara Ximena Ramírez
Parte I
En un contexto donde es evidente que el sistema económico y social sobrevive gracias a las relaciones de poder y a partir de las sociedades patriarcales, es sumamente importante redefinir lo que el feminismo cuestiona y por lo cual lucha, ya que históricamente el feminismo (poderoso adversario de las sociedades patriarcales) ha sido mal interpretado, ya sea con fines de lucro, o bien, por simple ignorancia, promovida especialmente, para preservar el prevaleciente orden socio-sexual. En ese sentido, y como agentes de lucha contra la opresión hacia las masas, es imprescindible replantearnos la lucha feminista, para posteriormente reivindicarnos como sujetos históricos dentro del movimiento feminista, a quien por cierto, debemos tantas victorias en pro de las mujeres y el cual, que persiste vigente y aun más, se ha visto en la necesidad de cobrar fuerza como respuesta al sistema patriarcal determinante del modelo económico capitalista, que, como rasgo muy específico, se avoca a promover a la mujer como una mercancía más dentro de sus entrañas, la cual es indigna de ser tratada como ser humana.
¿Por qué redefinirlo hoy, en pleno siglo XXI? Porque la opresión a la mujer no cesa y se recrudece cada día más, porque hay que conocer la lucha que han dado las mujeres feministas para tomarla como referente en la construcción de una sociedad con vínculos más equitativos entre mujeres y hombres, porque es a partir del estudio de la condición de la mujer (tema que se tocará escuetamente) que se vuelve necesario tomar en cuenta la responsabilidad tanto de los hombres como de las mujeres en la construcción de la nueva sociedad que pide a gritos ser parida. Es importante aclarar que si bien tocaremos el tema del feminismo desde una visión histórico-política que ha sido determinante, esta labor solo pretende introducirnos al análisis del feminismo de un modo extremadamente sintetizado, por esto cabe señalar que es necesario profundizar en el tema para tener una perspectiva más crítica y completa.
El feminismo es pues, un movimiento político, cultural y económico que tiene como objeto la equidad de género (traducida como igualdad de derechos entre mujeres y hombres), lo cual no implica una nueva subyugación hacia el hombre ni ninguna de aquellas ideas extrañas que la ideología dominante se ha dedicado a hacernos creer que logrará el feminismo.
A pesar de las continuas protestas en las que las mujeres se han visto obligadas a participar, tras la desaparición de las sociedades prehistóricas matriarcales y la desigualdad sexual tan particular en cada uno de los modos de producción, no fue sino hasta la Revolución Francesa que, dentro de una atmósfera ilustrada, comenzó a gestarse el movimiento feminista como un movimiento que exigía el reconocimiento de las facultades políticas y civiles de las mujeres; ya que si bien, en los albores del capitalismo se integró masivamente a las mujeres a la actividad productiva extradomética y esto favoreció su independencia económica, la sociedad capitalista preservó dentro de sus prácticas la discriminación y la marginación de la mujer tanto proletaria como burguesa, era trabajadora pero no ciudadana, participaba en el proceso productivo pero aun estaba privada de los derechos político-civiles de que gozaba el hombre.
El feminismo como cuerpo coherente de vindicaciones y como proyecto político capaz de constituir un sujeto revolucionario colectivo, sólo puede articularse teóricamente a partir de premisas ilustradas, valores muy importantes (liberté, fraternité, egalité) pero, reservados exclusivamente a la nueva clase dominante, mejor dicho, a los hombres de la nueva clase dominante, las mujeres entonces quedaron fuera del proyecto igualitatorio tanto en la Francia revolucionaria como en las posteriores revoluciones democrático-burguesas del siglo XIX, fue entonces que comenzó a articularse el feminismo moderno, el cual supuso la efectiva radicalización del proyecto igualitario ilustrado.
En la Revolución Francesa veremos no sólo el evidente protagonismo de las mujeres en los procesos revolucionarios, sino las más contundentes demandas de equidad de género. Al quedar excluidas de los procesos políticos, las mujeres (quienes se autodenominaron “el tercer Estado del tercer Estado”) comenzaron a redactar sus propios cahiers de doleance
. En el contexto del feminismo incipiente podemos mencionar, como una más de las primeras expresiones políticas del movimiento femenino, la petición de las mujeres parisinas a la Asamblea nacional de 1789 (reúne mujeres proletarias y burguesas).
De igual modo, tanto en el terreno de la revuelta como en el terreno de las iniciativas políticas, las mujeres se organizaron en la elaboración de documentos como la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana en 1791 (su autora fue Olympe de Gouges quien terminó en la guillotina), en la conformación de clubes de mujeres, otras se insertaron en el ejército, etc. Como éstas acciones revolucionarias que incluían a mujeres de todos los sectores, podemos mencionar muchas más, sin embargo el nuevo poder reprimió duramente el movimiento (los clubes fueron cerrados por los jacobinos, se prohibió la actividad política a las mujeres y las feministas más destacadas compartieron el mismo destino: la guillotina o el exilio) tal como ha sucedido históricamente y tal como hoy se muestra el escenario de la lucha feminista: un escenario plagado de sangre donde las mujeres nos hemos convertido en presas fáciles para ser explotadas, vendidas, compradas, violadas, vejadas y asesinadas nos atrevamos o no a luchar por nuestra reivindicación y también en presas fáciles para ser ignoradas por las autoridades, quienes incluso son cómplices directos de los abusos que se cometen contra las mujeres, y más específicamente, cómplices de los feminicidios que recorren crudamente cada rincón del norte, centro y sur de México.