Por Axel Velázquez Yáñez
¿Quiénes temen la Revolución? Los mismos que la han provocado; los que con su opresión o su explotación sobre las masas populares han hecho rapiña, han sublevado las conciencias y han hecho palidecer de indignación a los hombres honrados de la tierra.
Dichoso sería este articulista de presumir como propias la agudeza y la dignidad de la reflexión anterior. Sin embargo, corresponden a un fragmento del mensaje escrito por Ricardo Flores Magón, publicado en Regeneración el 19 de noviembre de 1910, sólo 24 horas antes de que estallara el movimiento armado convocado por Francisco I. Madero.
Adelantándose a la celebración de los 100 años de aquellas disímiles luchas institucionalmente reducidas a una, llamada Revolución Mexicana, el Gobierno Federal ha colocado en la radio un spot en el que se menciona a los hermanos Flores Magón como simples defensores de la libertad de expresión de la que hoy, según se entiende, disfrutamos en paz.
Falso. Ricardo y Enrique Flores Magón buscaban propagar la Anarquía; ejecutar actos anárquicos. La connotación negativa que en la actualidad es prácticamente inherente a estos términos se explica en un país en el que la mayoría votante encumbró en las elecciones pasadas al partido que “institucionalizó” los resultados obtenidos por aquellos que murieron por el derecho a la tierra y la libertad. Es este aberrante instituto político quien en componenda con el gobierno federal de derecha ha incrementado a 16% el impuesto al valor agregado (IVA) y ha elevado dos puntos el impuesto sobre la renta (ISR). En contraste, ha optado por mantener en el anonimato a aquellas grandes empresas que sencillamente no pagan impuestos.
Los hechos muestran una inocencia malintencionada de quienes sostienen a la alternancia como el medio para que el pueblo mexicano conquiste la justicia. Lo más congruente parece ser llamar a la posesión de la tierra, aún tenga que ser con despecho de la ley, ya que la ley ha demostrado defender el derecho de los detentadores de la riqueza. La propiedad debe ser tomada en nombre del derecho que todo ser humano tiene a vivir y a desarrollar su cuerpo e inteligencia. Esto bien podríamos decirlo hoy, pero se nos han adelantado casi cien años ya.
Actualmente, los núcleos anarquistas en México, formados mayoritariamente por jóvenes, han decidido manifestar su descontento por la situación del país. Reivindicando las demandas anticapitalistas que definen su ideología han atacado en la ciudad de México, así como en Nayarit, Guanajuato y Jalisco, sucursales bancarias, agencias automotrices, tiendas de artículos de lujo y laboratorios médicos que experimentan con animales, sin reportar hasta ahora heridos.
Hoy, como en 1910 las condiciones invitan a la rebelión. Un gobierno que de un plumazo, en plena crisis económica, deja desempleados a 44 mil trabajadores –casualmente pertenecientes a un sindicato combativo y adverso a los intereses de Felipe Calderón y sus compinches-, recorta 800 millones de pesos al presupuesto de la educación pública superior, y propone nuevos impuestos, así como incrementar los ya existentes, parece apostar por la desesperación, el hartazgo y la disolución de la sociedad.
El mes pasado el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Narro Robles, aseguró que nuestro país está cerca de una “crisis social” ya que en los dos últimos años se han incorporado más de 5 millones de mexicanos a la pobreza, mientras 6 millones no saben leer ni escribir. “Hay mucha gente que padece hambre, enfermedad y que no encuentra empleo”, advirtió. Coincidimos, el riesgo está presente debido a que “están enojados muchos sectores del país”, por la situación imperante.
No podemos estar seguros de qué ocurrirá, menos aún de si estamos frente a un inminente levantamiento social, sólo podemos percibirlo en el ambiente. Sin embargo, sí podemos confirmar la torpeza de reducir a un spot la lucha de quien aseguró antes de morir en una carta, el día 6 de diciembre de 1920, “(…) afirmo, que si la especie humana llega alguna vez a gozar de verdadera fraternidad, libertad y justicia social deberá ser por medio del anarquismo”. No se nos escapa a la vista que dicho mensaje fue realizado por un gobierno de facto que siempre ha estado en contraposición a los intereses de las mayorías hambrientas. Utilizar de esa forma el nombre de los Flores Magón se llama demagogia, hipocresía y simulación. Tal como los hermanos lo hicieron, siempre señalaremos esas tretas.